Dámaso Pérez Prado
Yo nunca bailé el mambo
Estaciones y retratos. Imágenes y sonidos
de uno de los músicos populares más influyentes del siglo XX en todo el mundo.
Una crónica de Élder Olave
1.
Dámaso Pérez Prado camina, recorre los espacios del lugar donde se hospeda, es de noche, lleva un papel y lápiz en mano y parece anotar algo de tanto en tanto, el actor Roberto Romaña lo observa y sigue hasta que lo aborda y le pregunta: ¿qué está haciendo?, Pérez Prado responde: “yo soy coleccionista de sonidos y ruidos y esas cosas”. Y ¿para qué? insiste su interlocutor asombrado, y Pérez Prado responde: “pues, por lo pronto para nada”. La imagen dramatizada entre ficción y realidad, que reforzaría la volada de creador del mambo al músico nacido en Matanzas, en la isla de Cuba un 11 de diciembre de 1917, es de Al Son del Mambo, película del director Chano Urueta de 1950.
2.
Como escribiera García Márquez: “Cuando el serio y bien vestido compositor cubano, Dámaso Pérez Prado, descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un hilo de saxofón, se dio un golpe de estado contra la soberanía de todos los ritmos conocidos”. La colección de sonidos y ruidos, y su resultado, siendo cierta o no la autoría de su devenir, hizo estragos e historia desde la segunda mitad del siglo XX. Sus estudios de música y del piano y su actividad en orquestas de cabaré, fueron acrecentando el sedimento que luego se manifestaría en aquella combinación instrumental, que caminaba por los extremos sonoros, con síncopas sobre las síncopas y con pinceladas de guapeos únicos que terminarían de dar color y forma a la obra creada. “Los jóvenes se equivocan en lo que niegan, pero nunca en lo que afirman”, decía Alejo Carpentier, un gigante de la cultura cubana defensor del mambo, que acertadamente acentuaba las nuevas consideraciones e invención extraordinaria que ponía en uso aquel hombre físicamente pequeño. Y como advirtiera también Resortes, actor cómico y bailarín, que supo moverse al ritmo con destreza: “Su mambo llega hasta el mero tuétano del alma”, y sí que es así.
3.
Esa popularidad innegable que llevó su música por el mundo, que lo convirtió en un personaje aclamado y que permitiera dejarnos discos memorables, me la puedo imaginar viendo y escuchando a la joven de cabellos claros que tararea la melodía del mambo Patricia mientras pone la mesa e interrumpe a Marcello Mastroianni, que tiene que dejar de escribir a máquina. El celuloide se llena de color y brillo y a la pantalla grande se le suma una nueva dimensión, Federico Fellini también sucumbió y el compositor Nino Rota, su compinche musical en su brillante filmografía, hizo para él una versión del famoso tema de Pérez Prado y así, la vida fue más dulce.
4.
“Aquel verano extraordinario, en las fiestas de Miraflores todo el mundo dejó de bailar valses, corridos, blues, boleros y huarachas, porque el mambo arrasó”, escribía Mario Vargas Llosa relatando el terremoto que arrasaba con todo, iglesia incluida, y entonces, me sumerjo en la historia y escucho percusión y metales sonando a todo fuego y me imagino el Perú de los años cincuenta moviendo la cintura y los hombros. Pero qué bonito y sabroso bailan el mambo las peruanas.
5.
Cuando ese terremoto musical ya había sucedido, y mientras vivíamos otro tipo de sismos, mi recuerdo inmediato de Pérez Prado es de algún sábado por la noche en el Perú de los años ochenta, junto a mis padres y hermanos viendo, en un televisor a color marca Hitachi que no funcionaba a control remoto, Risas y Salsa, el programa cómico que acompañaba la vida de muchos los fines de semana. Ahí, un sábado de no sé qué año, alguien, que no sé quién era, apareció en pantalla bailando con una música que me parecía llamativa. Años después, y como la memoria de los sentidos suele perdurar, mis odios reconocieron el ¡Qué rico mambo! en mi interior sonoro.
6.
“Ese mi grito viene del corazón y digo: AAAAAAH!, toquen hijos de la guayaba”, les respondía Pérez Prado a los periodistas deportivos Pocho Rospigliosi y Lucho Izuzqui, en el programa peruano «Gigante Deportivo» de los años ochenta. Recuerdo de niño también este programa, pero no esta entrevista, ahora es posible disfrutarla gracias al canal Mambo Inn de Kike Vigil. Por lo que se menciona, deduzco que están en el Perú de 1983, Pérez Prado dio un concierto la noche anterior, en el auditorio Amauta y creo escucharlo en el tiempo y ahora está en una muy amena entrevista en cadena nacional.
7.
En la entrevista, Pérez Prado recibe una llamada de Nancy Cavagnari, vedette, actriz y comediante peruana de mucha actividad en los años ochenta en Risas y Salsa. Quién sabe, quizás es ella a la que vi bailando mambo, y recuerdan juntos una anterior llegada del músico. Sin embargo, fuera de esta conversación aparecen un par de situaciones que traen nuevamente a la actualidad al hijo de Matanzas. Pocho Rospigliosi, en tono sarcástico, le dice: “A usted no le gusta la música clásica”, a lo que él responde: ¡Cómo que no! si yo hice La Quinta de Beethoven, refiriéndose a su irreverente versión grabada años antes y remata luego diciendo que cuando hizo el Mambo No. 5 pensó: “si Beethoven hizo la Quinta Sinfonía, salvando las distancias, yo haría el Mambo No. 5”. Coincidentemente o no, este año 2020 se celebran los 250 años del nacimiento del genio de Bonn. Y, lo más interesante se escucha luego, cuando Rospigliosi cuenta que la idea era juntar a Chabuca Granda y Pérez Prado en el programa, pero que, por problemas de salud, Chabuca Granda tenía que viajar al día siguiente a los EEUU y le era imposible estar presente. Pérez Prado la saluda y le envía sus mejores deseos, Chabuca Granda ya no regresaría al Perú en vida. En este pandémico 2020, acabamos de celebrar el centenario del nacimiento de la autora de la Flor de la Canela.
8.
Leprosorio de San Pablo, Perú, 14 de junio de 1952, el director Walter Salles en su Diarios de Motocicleta, nos retrata la picardía de Alberto Granado al decirle a Ernesto Guevara que lo que suena es un tango y que debería de bailar con una de las muchachas. Es la noche de su cumpleaños y la fiesta se vive y disfruta al son de las notas de ¡Qué rico mambo!, Mambo No. 5 y Tomando Café. Y, ahora, pienso en la irrelevancia de la autoría del mambo, porque al final, a mí me interesa la obra. No creo en la brillantez absoluta del genio, ya que existen grabaciones y músicas que opacan el fulgor de sus primeros años, porque, cuando Pérez Prado se distrae, los años y las exigencias comerciales lo llevan por caminos inconclusos, pero cuando los detonadores iniciales de su inventiva están presentes, deja toques de tabasco como en Sway (Quién será, con Rosemary Clooney), o se permite coquetear con lo académico y deslumbra con una obra de diecisiete minutos llamada Concierto para Bongó, sabor a delicioso cerezo rosa. Y, ahora, pienso que yo nunca bailé mambo, a lo mucho algún movimiento aleatorio en la soledad de mi habitación, soy peor que la imagen del Che tratando de bailar tango sobre mambo, pero, eso sí, mis oídos lo disfrutan plenamente.
¡Maaaaaaambo!
Quién inventó el mambo que me sofoca, quién invento esa cosa loca… un chaparrito con cara de foca, le cantaba Benny Moré. Y, quizás Pérez Prado le respondería: Mambo batiri batiri biri biri cui cui cui. Babarabatiri cuncuá ungu… es pa ti, es pa mí.
Crónica escrita en el taller de Periodismo Literario del Fondo de Cultura Económica del Perú, que dictó Eloy Jáuregui, cronista y poeta.
Se puede descargar la publicación (junto a otras 11 crónicas) AQUÍ y también AQUÍ.
*El autor agradece las correcciones y sugerencias de Eloy Jáuregui, así como enseñanzas ofrecidas durante el taller.
A continuación, se mencionan algunas de las referencias utilizadas para la escritura de la crónica. Es posible acompañar la lectura con las referencias sonoras y visuales:
2.
Tres de García Márquez en tiempo de mambo
3.
La Dolce Vita
Nino Rota, Patricia
6.
Gigante Deportivo, Damaso Perez Prado (1)
Gigante Deportivo, Damaso Perez Prado (2)
Otro
8.
Diarios de motocicleta (2004). Mambo Tango.
¡Qué rico mambo!
Mambo No. 5
Tomando Café
Rosemary Clooney
Concierto para Bongó
¡Maaaaaaambo!
Locas por el Mambo
Babarabatiri